Fuimos en viaje familiar con nuestros dos hijos de 5 y 8 años. El lugar se encuentra en un primer piso, sin vista a la calle, es un lugar pequeño de no mas de diez mesas, y lo primero que nos sorprendió fue lo elegante que estaban montadas las mesas con una fina vajilla, platería y copas para vino. Atrás de la barra había un joven mesero que a pesar de que no tenía casi experiencia, las ganas con las que nos atendió fueron más que suficientes, no hubo un solo detalle en la atención.
Pedimos como entradas las tapas surtidas y la chistorra con tomate, ambas buenísimas. Mí Hija pidió la sopa de tortilla (muy picosa para un niño) y a mi hijo le prepararon un spaghetti especial (porque no estaba en la carta y no hay menú infantil) con mantequilla, crema y queso; muy bien servidos. Mi esposa y yo pedimos (para compartir) el cerdo a la jamaica, que es un chuletón con salsa de jamaica espesa y dulce y una abundante guarnición de papas al romero; y el pollo con cacahuate, miel y xoconochtle (pechuga abundante con salsa agridulce, sin picante y buena guarnición de estofado de vegetales); ambos buenísimos. Lo mejor fueron los postres, panacotta de queso de cabra con frutos rojos y un helado de vainilla con fresa. Sin lugar a dudas lo recomendamos y buscaremos pretexto para regresar!
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