Llegamos por la recomendación de una amistad... Y nunca de lo agradeceremos lo suficiente.
El lugar está en medio de viñedos, tras recorrer unos cientos de metros por carretera de tierra. Pero merece la pena por el paraíso que te encuentras a tu llegada.
Se trata de unas cuantas casas, la principal donde está la recepción, el bar, el restaurante y algunas habitaciones; y tres o cuatro más que forman el grupo del resto de habitaciones.
Las habitaciones son muy amplias, limpias, con aire acondicionado, y con tu propio patio con un pequeño sofá y una hamaca... Y unas vistas increíbles. El aseo también está muy bien, amplio y con atención en los detalles.
El restaurante cuenta con Guido Haverkock, una estrella Michelin. Con eso ya dices bastante... Pero la verdad es que la comida está exquisita, con la pega de que los lunes no hay cocina por la noche, sólo un pequeño menú a base de tres tipos diferentes de focaccia casera con una ensalada y un postre. Aún así, la focaccia estaba deliciosa.
Tienen un espacio precioso alrededor del hotel, cuidado hasta el esmero, y una piscina con una vistas de la Toscana impresionantes.
Sin lugar a dudas es un sitio al que quiero volver. Un lugar donde disfrutar del hotel y sus servicios, donde relajarte y desconectar.
MUY MUY RECOMENDABLE!!!Más
- Wifi gratuito
- Aparcamiento gratuito
- Piscina