Alex es todo un profesional, tremendamente simpático y lleno de datos interesantes, anécdotas e informaciones útiles. Y con una paciencia infinita: no se rinde ni ante las avalanchas de preguntas insistentes de gente que no se ha molestado en informarse sobre absolutamente nada antes de viajar a la isla.
Y encima es capaz de subir hasta lo alto del Teide en 3 horas. O eso dice él. Aunque viendo su forma física, la verdad, no tenemos motivos para no creerle.
Podríamos habernos ahorrado a los teutones con ínfulas cinematográficas que estuvieron a punto de estropearnos la experiencia, pero esto, en todo caso, no fue culpa de la empresa.
Una experiencia inolvidable, divertida y didáctica a la vez.