Perdidos por las caprichosas calles de Sevilla, mi esposa, mi hija y yo dimos de casualidad con El Rincón de Melquiades, sitio que me atrajo simplemente porque su nombre -Melquiades- es el mismo que tuvo mi abuelo y que llevan un tío y un primo míos.
Sin embargo, me di cuenta de que allí presentaban un espectáculo flamenco, que resulta imperdible para quien quiera conocer la cultura andaluza. Un camarero muy gentil de origen venezolano me dio todas las indicaciones del caso y reservé tres plazas para el siguiente día.
En fin, la bailaora, la cantaora y el guitarrista me parecieron simplemente excepcionales. Entregados a su público, dejaron el alma en ese tablao. Y todo por un precio que me pareció módico (a diferencia de otras ofertas que vi en Internet, y que me parecieron escandalosamente elevadas).
El espacio es reducido, lo que honra su nombre de “rincón”, pero eso no le resta méritos a su entorno acogedor.