A poca distancia de las catacumbas de San Callisto se ubica este monumento, que se erigió en memoria de la masacre que tuvo lugar en Roma el 24 de marzo de 1944, ejecutada por las tropas alemanas, como represalia por un ataque de los partisanos que provocó 33 muertos. Como venganza, Hitler ordenó que fueran ejecutados 10 italianos por cada fallecido en el ataque, encomendando la tarea a Herbert Kappler, comandante de la Gestapo en Roma, quien seleccionó a 335 civiles, que fueron trasladados a la mina de las fosas ardeatinas, lugar donde hoy se encuentra el mausoleo, siendo ejecutados de un tiro en la nuca, procediéndose posteriormente a la voladura de los accesos a la mina, para que éstos quedaran sellados. El mausoleo, inaugurado el 24 de marzo de 1949, exactamente cinco años después de la masacre, es muy simple y a la vez muy impactante; en él se encuentran, perfectamente ordenadas, las tumbas de las víctimas, sobre cuyas lápidas, además de sus nombres y sus fotos figura una cruz o una estrella de David, dependiendo de la religión del difunto. Está muy lejos del centro de la ciudad, por lo que si disponemos de poco tiempo difícilmente podremos visitarlo, pero si vamos a las catacumbas de San Callisto, de Domitilla o de San Sebastiano, no debemos dejar pasar la ocasión de verlo, ya que es realmente sobrecogedor. A muy pocos metros del mausoleo tiene una parada la línea de autobuses nº 218, con una frecuencia de media hora, que nos lleva a Porta San Giovanni, frente a San Juan de Letrán. La entrada al mausoleo es gratuita; abre de lunes a viernes, de 08.15 a 15.15 horas y sábados, domingos y festivos, de 08.15 a 16.45 horas.