Todo empezó en el aeropuerto, nuestro vuelo se retrasó una hora, por lo que creíamos que ya no habría nadie esperando y tendríamos que empezar a gestionarlo con ellos, nada por el estilo, cuando llegamos ya estaban esperándonos para llevarnos al hotel y durante el safary la misma línea de atención. Llegamos a la oficina donde se encontraba Geofrey una persona encantadora que nos ayudó en la gestión de todas las cosas que le preguntamos (atm, pcr.. etc), una atención de 10, aunque lo mejor estaba por empezar. El día siguiente conocimos a Douglas nuestro conductor y guía y a Buga uno de los mejores cocineros que hemos conocido hasta la fecha y gracias a ese duo ( y obviamente compañía con la que compartimos el safary) pudimos disfrutar de una experiencia increíble. Si únicamente nos centráramos en enumerar los animales que vimos ( que básicamente fueron todos o casi todos los que se podían gracias a la pericia de Douglas, rinoceronte inclusive jeje) desmerecería lo que para nosotros ha sido una parte fundamental del safary, que fué la posibilidad de catar a comida local de la zona y poder acampar en pleno parque natural a 50 metros ( más o menos) de otros animales ( humanos aparte). La comida gracias a Buga fue sencillamente impresionante, tanto que nos llevamos un libro de recetas de ahí para intentar emular a ese maestro, una locura la verdad, cada día platos diferentes y siempre riquísimos, seguro que agradeceréis esas sopas calientes de por la noche jeje ( aunque sea en verano). En resumen, fue una experiencia muy enriquecedora tanto por toda la información que nos facilitaba Douglas cuando nos enseñaba un nuevo animal (nos describía y contextualizaba la localización del animal para que nos hiciéramos a la idea de lo que estábamos viendo), la comida local que pudimos probar y todo el entorno que pudimos disfrutar durante los 5 días que duró nuestro safary. Totalmente recomendable para vivirlo por lo menos una vez en la vida. Como broche final indicar que la visita al pueblo "Mto Wa Mbu" a manos de Priscila fue bastante interesante ya que acabó en un taller de ebanistería donde pudimos ver de primera mano como se talla el ébano, toda una experiencia también.