Es una visita que me dejo una sensación extraña, por un lado el templo es precioso, el trabajo en piedra es impresionante. Pero por otro lado, su modernidad, con food-court incluido (donde se puede comer bien a buen precio y con una oferta muy variada), zona de juegos para niños, etc, le quita un poco de sensación de autenticidad. Como si estuvieras en un decorado. Pese a ello, evidentemente observar el trabajo en piedra vale absolutamente la pena. Para entrar, se deben dejar las mochilas y aparatos electrónicos, y pasar un estricto control de seguridad. Todo muy bien organizado. Al no poder entrar moviles o cámaras, no podrás hacer fotos, pero hay un servicio de fotografía (que no utilizamos)