Es fácil entender por qué Vincent Van Gogh estaba tan encantado con Arlés, con sus casas de piedras bañadas por el sol, sus plazas adoquinadas y sus ruinas romanas. Establecida a las orillas del río Ródano, la ciudad también ofrece una importante escena artística contemporánea.

El pasado histórico de Nimes, que supo ser una de las grandes ciudades romanas, es el centro de atención en esta ciudad moderna, con ruinas antiguas, monumentos medievales y museos arqueológicos, todos presididos por un anfiteatro romano sorprendentemente bien conservado.

La Provenza, al sureste de Francia, está dividida en seis departamentos y se extiende desde Orange hasta Niza. Para muchos, la verdadera Provenza es el Luberon, en el Vaucluse. Sus suaves colinas de viñedos y campos de lavanda fueron los paisajes que cautivaron a Cézanne, Van Gogh y Chagall. Una excelente red de ferrocarriles facilita los desplazamientos entre las distintas ciudades. Para explorar los pueblos, utilice el coche o el autobús. Entre los lugares de especial interés, destaca el palacio de los Papas de Aviñón, el anfiteatro romano de Arlés y el centro de artesanía de Les Baux.

Aix, una ciudad elegante y animada, es conocida por sus baños de aguas termales, escuelas de arte y universidades. Pasea por el Cours, el casco antiguo y el Quartier Mazarin a pie, deteniéndote en las cafeterías, las librerías, los mercados… Si vas con niños, y se quejan, ponlos a contar fuentes. Se dice que en Aix hay mil.

Montpellier es una ciudad moderna en muchos aspectos, muy conocida por sus calles jalonadas por tiendas de prestigio y numerosos restaurantes de calidad. Cuenta con su propio aeropuerto, cosa que favorece que esté muy concurrida en los meses veraniegos, aunque el resto del año sea bastante tranquila. Coge el coche y visita las playas de la costa sur o móntate en el tranvía para visitar el casco urbano.

Los viajeros suelen visitar la ciudad portuaria de Marsella, la tercera más grande de Francia, para disfrutar de este punto de encuentro de estilos e historia. La bahía, flanqueada por el Fort Saint-Nicolas (Fuerte de San Nicolás) y el Fort Saint-Jean (Fuerte de San Juan), alberga el castillo de If, lugar emblemático en El conde de Montecristo. Bajo la vigilancia de la basílica de Notre-Dame de la Garde, las zonas peatonales y las áreas comerciales de la ciudad (incluido el colorido barrio francoafricano) se mezclan con los lugares históricos. Los viajeros que buscan un rato de diversión suelen dirigir sus pasos hasta el OK Corral, un parque temático dedicado a los vaqueros.

En el corazón del Parque nacional de Calanques, Cassis ofrece a los visitantes la posibilidad de conocer la vida cotidiana de un pintoresco pueblecito pesquero provenzal. Sube a bordo de un barco para paseos turísticos y conoce las calas de Cassis a través de sus aguas o disfruta de la aturquesada costa desde una playa de guijarros. También hay mucho por descubrir a pie: admira las casas de color pastel que flanquean el característico puerto, dirígete a las cautivadoras tiendas y cafeterías de la localidad y empápate de las impresionantes vistas de la Riviera Francesa desde los numerosos miradores que encontrarás por el camino.

Rodeada de arenas doradas, lagunas llenas de ostras y antiguas salinas, la ciudad portuaria mediterránea de Sete ofrece un tranquilo cambio de ritmo con respecto a los concurridos complejos turísticos del Languedoc. Fotogénicos sin quererlo, barcos pesqueros, mercados tradicionales y restaurantes de marisco bordean los pintorescos canales.

Barcelona tiene un aire de surrealismo, lo cual es apropiado, ya que Salvador Dalí vivió un tiempo en la ciudad y el arquitecto catalán Antoni Gaudí diseñó varios de sus edificios. Al entrar en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia se tiene la sensación de haber pasado al otro lado del espejo; un viaje que se puede continuar con una visita al Parc Güell. Saborea una sangría en la terraza de alguna cafetería en Las Ramblas mientras observas a los llamativos artistas callejeros y crea tu propio banquete móvil tapeando de bar en bar.

Palma, centro económico y cultural de Mallorca, es una base maravillosa desde la que explorar las numerosas playas doradas y blancas de la isla. El casco viejo amurallado de Palma es una antigua kasba árabe, un cautivador laberinto de callejuelas perfecto para explorarlo a pie. Toma el tren de Soller, que atraviesa un bellísimo paisaje a lo largo de los 27 km de su recorrido; visita el Castillo de Bellver del siglo XIV y el museo de arte contemporáneo, y no te pierdas la vida nocturna.

Bilbao es el mayor puerto de España, y su sexta ciudad más grande. Miles de visitantes se acercan hasta ella solo con el firme propósito de ver el edificio que aloja el museo Guggenheim, aunque cabe decir que la ciudad tiene muchos otros museos interesantes, si bien no tan célebres. Si lo que te apetece es un poco de cultura y buena comida, no te lo pienses más.

La industria se mezcla con la cultura en la ciudad costera de Vigo, sede de un puerto pesquero enorme y de ruinas romanas, iglesias neoclásicas y de un centro histórico gallego auténtico. Detrás de las playas urbanas de la ciudad, puedes acceder fácilmente a las Islas Cíes y a los estuarios de las Rías Baixas.

Punta Cana, que se encuentra entre los mejores destinos de golf del mundo, es la viva imagen del ocio. Algunos cursos los han diseñado golfistas profesionales, por lo que plantean al viajero un sereno desafío con el que disfrutar de este deporte en plenas vacaciones. Las playas de este lugar son la perfección en sí misma: sus aguas cálidas y tranquilas acarician con suavidad las orillas de fina arena blanca. Siente la adrenalina lanzándote en tirolina, da palmas al compás de la música dominicana en un espectáculo cultural o explora las mágicas lagunas de la Reserva y Parque Ecológico Ojos Indígenas.