Tan precioso como es, este pueblecito en el campo de menos de 8000 habitantes a unos 120 kms al norte de Lisboa, no estaría en el radar si no fuera por sus famosos ciudadanos: los tres niños que, en 1917, vieron mensualmente a la Virgen María en Cova da Iria. Hoy en día, este lugar está señalado por la Basílica de Fátima, a donde los peregrinos se dirigen el 13 de cada mes para rendir homenaje a la Virgen y a sus jóvenes visionarios, especialmente de mayo a octubre, cuando las apariciones comenzaron y finalizaron.

Coímbra, ciudad que frecuentemente se pasa de largo para conocer Oporto y Lisboa, está ubicada a las orillas del sinuoso río Mondego. Después de un día entre la arquitectura medieval de la ciudad y grandes edificios universitarios, es fácil ver por qué Coímbra fue la capital de Portugal durante más de un siglo.

Aclamada como el equivalente portugués de Venecia, la ciudad marítima de Aveiro está ubicada a orillas de una laguna costera. Moliceiros (botes tradicionales) de colores brillantes se deslizan por la red de canales de la ciudad, mientras que el casco antiguo de Aveiro tiene edificios decorados con los tradicionales azulejos.

Los museos de Lisboa celebran la riqueza histórica y cultural que posee esta capital portuguesa. El Museo de la marina es perfecto para los niños (¡y los adultos!) que adoren los objetos náuticos, mientras que la Casa-Museu Dr. Anastacio Goncalves es un tesoro oculto de original arte. Para apreciar completamente la espectacular arquitectura de piedra de la ciudad puedes hacer una visita guiada a pie o personalizar tu propia visita; pero no olvides pasar por el Padrao dos Descobrimentos, el Monasterio de los Jerónimos (Mosteiro dos Jeronimos) y la Torre de Belém (Torre de Belem), que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

En Madrid hay tantos edificios con aspecto de castillo, que creerás haber entrado en un cuento de hadas. Incluso el ayuntamiento es sorprendente, con sus pináculos blancos y características neogóticas. Un recorrido autoguiado por la arquitectura podría empezar en la gran estatua del oso en la céntrica Puerta del Sol. Paséate por el fantástico Palacio Real antes de impregnarte de la belleza natural del Parque del Retiro y, después, visita alguno de los muchos museos de la ciudad. Podrías rematar de forma ideal cada día con un poco de paella y pequeños sorbos de rioja.

En Santander, te invitamos a disfrutar de las hermosas playas de Playa de la Magdalena y El Sardinero, el casco histórico de la ciudad, y a visitar su espectacular planetario, mientras respiras la revigorizadora brisa del litoral. Y naturalmente, encontrarás una gran cantidad de regias catedrales góticas que te impresionarán y deslumbrarán.

Claramente influenciada por la cultura tribal de los guanches (sus habitantes originales), a Tenerife llegaron los conquistadores españoles hace 500 años. Aquí se encuentra El Teide, el pico más alto de España, y el conocido complejo turístico de Los Gigantes. Actualmente los visitantes se amontonan para ver las aves tropicales de Loro Parque, el Tenerife Zoo Monkey Park y las formaciones de roca volcánica del Parque Nacional de Las Cañadas del Teide. Explora la isla en coche o con un billete bono bus con el que tendrás descuentos sobre el precio habitual.

Tanto por sus góndolas, sus canales, sus magníficos restaurantes y su atmósfera romántica para el recuerdo, Venecia es sin duda una de las ciudades que hay que visitar antes de morir. Los palazzos, palacios e iglesias al pie del agua persuaden al que transita por el Gran Canal de estar navegando por el interior de un cuadro. Para sentir Venecia de verdad, tienes que ir a la ópera o a una representación de música clásica, picotear un poco de pasta fresca y pastas de repostería, y entretenerte en las salas de exposiciones de alguna galería de arte. Los amantes de las marcas se quedarán embobados con las magníficas compras que se pueden hacer en la Piazza San Marco (Plaza de San Marcos).

Berlín es una ciudad intensa, de la moda a la arquitectura, pasando por su historia cargada de política. El Muro de Berlín es un aleccionador recordatorio en el ambiente sobrecargado de posguerra, aunque las pintadas que ahora cubren sus restos se han convertido en un símbolo del progreso social. Observa el reloj Weltzeituhr (con la hora mundial), coronado con un modelo del sistema solar, y viaja atrás en el tiempo con una comida en el histórico Zur Letzten Instanz (seit 1621), un restaurante del siglo XVI que frecuentaban Napoleón y Beethoven.