Había oído comentarios elogiosos y quería comprobarlo. Pequeño local, acogedor, personal atento y eficaz y una Esperanza que te explica los platos con gran conocimiento pero con sencillez. La tónica es la delicadeza, con respeto y cariño por la tradición(son centenarios!) y el producto local....Probamos un buen tinto hecho por su padre, tienen su rico aceite tipo picual por su amargor final, y rinden homenaje a la abuela en algunos bocaditos. Vale la pena y mucho, volveremos.Más