Fuimos mis padres y yo a rememorar sabores conocidos y conocer nuevos. De entrante, un salmorejo delicado pero que no dejó ni un rastro. Luego, una ensalada de burrata con tomate exquisita y con un sabor único. De segundo, una tabla de viaje por Francia...que nos dejó fascinados tanto por su sabor como por la historia contada a través del camarero. Finalmente, una tarta de queso idiazabal que ha sido lo mejor de toda la cena. Un sabor a ahumado al final de cada bocado que no se encuentra en ningún otro sitio de Madrid. Todo esto acompañado por un José Pariente recomendado por la camarera. En resumen, una experiencia única que hará que repitamos en cada visita a MadridMás