Supongamos que un restaurante da la importancia suficiente a la carta como para extraer varios menús degustación de esta -Ichiban ofrece 4, de 35 a 68€-. Supongamos que esos precios representan lo más selecto de su cocina y que el servicio es parejo. Este comensal...ha probado dos de esos menús: Dao (55€) y Yaki (68€). Si el Dao es disfrutable -dentro de lo que cabe y olvidando lo tosco de su Teriyaki de Foie con Pan (de molde), es el Yaki donde se despiertan las alarmas. Tengan en cuenta que ninguna de estas opciones cuenta con postre, que el servicio no explica ni detalla plato alguno al colocarlo, atropelladamente, sobre la mesa. De la calidad, hablamos unos párrafos más abajo. Con una comanda de 68 € por persona, uno espera que le expliquen en qué consiste Seis Gustos, seis recipientes con viandas orientales. También echa de menos que se le ofrezca la posibilidad de cuchillo y tenedor, máxime cuando el Rabo de Toro consta de dos rollos de masa por cabeza, o que se dé el infortunio de no contar con Arroz Negro, uno de los cinco platos que figuran en el Yaki. Hablemos de calidades y cocina: los rollos de rabo de toro se aprecian secos y apelmazados en boca, la salsa que los rodea se considera insuficiente e inane. ¿Por qué no han sazonado el interior con ese algo que los hubiera hecho jugosos, gustosos o, al menos, fáciles de digerir? Tres gambas rojas, de presentación pobre, textura áspera y, cómo no, tosquedad definen el Teppanyaki. Y un paupérrimo medio bogavante solo se celebra por su salsa -nos acordamos de la desdichada última visita al Soy Kitchen-, mientras que las piezas atocinadas de kobe eliminan cualquier atisbo de terneza y sabor intenso. El udón pasado de punto no es pasta, sino emplasto. La localización del restaurante escondida, en un recoveco de la principal, Alberto Alcocer. El resultado es un demérito con oficio: nunca 136€ -sin contar postre y bebida- supusieron la idea de que en tiempos de covid es un doble riesgo apoyar la hostelería: por salud y por economía.Más