Quisimos sentarnos a comer, probar la comida y disfrutar de las vistas. Pero no teníamos reserva, y como es lógico, no había mesa. Quisimos al menos relajarnos tomando algo, en ese emplazamiento inigualable. Pero no volverán a vernos: ni el servicio ni las vistas valen...7 euros por una caña y 9 € por un dedo de Martini (literal).Más