Pocas veces se pone uno a reflexionar acerca de las costumbres más significativas de México. Un ejemplo
de ello es el gran mito sobre el Día de Muertos en México, fecha que se ha
convertido en un lugar común promovido por la industria turística nacional
e internacional. Alimentado por intelectuales nacionales y extranjeros hoy
es declarado patrimonio intangible de la humanidad.Sin embargo, cuando uno profundiza en el estudio sobre la muerte,
sus ritos, costumbres y protectores, no puede creer todo lo que los medios
de comunicación dicen sin ponerlo en tela de juicio, sobre todo cuando se
ha tenido la fortuna de observar esta celebración en otros países del mundo
católico y protestante.Tal idea se apoya sobre todo en una gloria nacional de las letras y
premio Nobel, el fallecido Octavio Paz, quien afirmó en uno de sus más
conocidos textos: “También para el mexicano moderno la muerte carece de
significación.Para esas fechas (1930), el país tuvo un fuerte repunte económico debido
entre otras cosas al gobierno de Lázaro Cárdenas, a la nacionalización de sus
ricos yacimientos petrolíferos (hoy agotados) y a la inminencia de la Segunda
Guerra Mundial. La vida intelectual logró tener un impacto internacional
destacado, antes desconocido, de carácter populista, laico, más bien acatólico, siendo descubierto el folclor y la mitad de sus habitantes,
los indios. Su vida, ritos, explotación, padeceres, etc., se pusieron de moda,
la memoria y el olvido históricos tampoco son exclusivos de los mexicanos,
por etapas el país olvida a sus campesinos, les cambia de nombre y de repente
los reconstruye como indios, con ayuda de los antropólogos los reinventa
políticamente.
Con Cárdenas en la presidencia, a lo mexicano se le identificó con
el grupo prehispánico más desarrollado a la llegada de los conquistadores,
los aztecas, y a ellos se les atribuyeron ceremonias que ignoraron los 300
años de colonización española, un siglo de independencia y diez años más
de revolución. Continuara