Este establecimiento lo solemos elegir en verano por su magnífico patio interior, donde los niños tienen una zona para jugar sin molestar a nadie y donde con su barbacoa y las magníficas carnes a la brasa se puede llevar mejor las noches.
Pero está vez hemos ido en otoño, día lluvioso y frío, pero una vez que cruzas el umbral de la puerta se está genial.
Desde la atención de Alba hasta la simpatía de su padre, el ambiente es fenomenal. Tras unas cuantas rondas con sus respectivas tapas, nos pedimos unos huevos estrellados con jamón, sin comentarios, no quedó ni el dibujo del plato.
Seguiré yendo año tras año.