Llegamos a Ca l'ibèric de casualidad, buscando un sitio dónde cenar en Vilafranca, y cual fue nuestra sorpresa desde el primer momento de llegar al que, desde ese día, se ha convertido en parada obligatoria cada semana.
Carmen, la propietaria, nos atendió con una amabilidad y una dulzura propias del que hace las cosas sintiéndose a gusto.
Nos dejamos aconsejar por ella y, como esperábamos, acertó. El primer día cenamos media tabla de ibéricos, media tabla de quesos con pan de coca, la patata "revolcona" y un entrecot cada uno (éramos dos). Para beber, y puesto que no somos unos grandes entendidos en vino, también la dejamos escoger a ella. De postre, un coulant de chocolate (brutal!) y un sorbete de limón con vodka, todo espectacular. Desde entonces no fallamos ningún fin de semana.
Pedro, su marido y cocinero del restaurante, nos atendió y trató con el mismo mimo que Carmen, haciendo que nos sintiésemos verdaderamente como en casa.
En un ambiente tranquilo, acogedor, en el que tanto Pedro como Carmen, y ahora su hermano, Juan, se preocupan por como te sientes y qué te parece la cena.
Además, dejan que comas a tu ritmo, sin atosigar como en otros locales.
La comida es simplemente espectacular, a destacar el jamón, cortado con mucho tiento por Pedro, un fenómeno, y carmen hace una salsa de gorgonzola y una de "ceps" para compañar los entrecots digna de estrella Michelin!
En resumen, un sitio al que tanto a mí, como las personas con las q he ido nos encanta, y al que no tengo intención de dejar de ir.
Pedro, Carmen, muchas gracias por todo, y muchas felicidades por el gran trabajo que haceis!