Nada más llegar al barrio del hotel, empezamos a ver prostitutas en la zona. Dos de ellas situadas a escasos metros de la entrada del hotel, lo cual ya nos echó un poco para atrás.
El hotel está situado en un barrio con poca gente y esto unido a la estampa que ofrecían las prostitutas, daba una sensación de inseguridad. No nos atrevimos a salir de noche ni a buscar un restaurante, por lo que cogimos el coche y nos fuimos directamente al centro.
El aparcamiento está bien, al aire libre y abierto, pero útil para no tener que dar vueltas. La recepción correcta. La WIFI que ofrecen gratuitamente no se coge desde las habitaciones, al menos desde las de la segunda planta, así que como si no la tuvieran. El café, té y galletas de cortesía que prometen se queda en un hervidor eléctrico y un sobre de café soluble, sin más. La habitación correcta, aunque era imposible regular el termostato y tuvimos que abrir la ventana para no asarnos.
Facilitan champú/gel, jabón de manos y secador de pelo (buena potencia). Dos toallas (escasas, para mi gusto, ni siquiera una toalla de manos).
La habitación no parecía sucia, pero nos encontramos unas bragas debajo de la cama, así que deduzco que la limpieza no debe ser muy exhaustiva y, encima el suelo es de moqueta.
Las paredes son de papel, éramos pocos en la planta, pero podía escuchar perfectamente entrar y salir a cada uno de ellos sin mucho esfuerzo.
En resumen, no recomendaría este hotel. Está lejos del centro para ir andando, sobre todo teniendo en cuenta el barrio en el que se ubica y no ofrece una calidad destacable. Quizás para un viaje por negocios podría pasar, pero desde luego no para unas vacaciones familiares o en pareja.