Llegamos ya de noche y nos costó un poco encontrarlo, pero al día siguiente descubrimos el encanto de este sitio. Hay muy pocas habitaciones, lo que hace que sea un sitio muy tranquilo. Nosotros no llegamos a cruzarnos con nadie más por allí. La habitación es preciosa, quizás algo fría ya en esta época del año. Para una persona como yo, que adoro desayunar, el desayuno es el paraíso. Tostadas, bizcocho casero, tostada con jamón y tomate de la huerta... todo exquisito.
El dueño fue muy agradable y nos explicó qué pueblos cercanos podríamos visitar.
Sin duda un lugar donde perderse.
- Wifi gratuito
- Restaurante