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CarlosAndreu
Pamplona, España

Muy bonito. Pero ha de mejorar si quiere seguir en esos precios.

4,0 de 5 burbujasOpinión escrita 12 sept 2019
Hab: 14 Patricia
Fecha de entrada: 31/08/2019
Tarifa: 157€ (AD)

Entre Sabiñánigo y Biescas, a las puertas del Pirineo Aragonés, y con unas vistas espectaculares de las montañas cercanas, en una finca compartida con dos preciosas ermitas románicas se levanta de nueva planta este chalet de montaña, de dos alturas, construido mayormente en cristal y madera. Ubicado en una ladera, hemos de acceder al jardín desde una verja automática corredera que nos abren desde recepción tras llamarles desde un interfono ubicado junto a unos arbustos. Fuera llueve fuerte, y desde recepción nos indican que subamos con el coche hasta la puerta. Nada más pasar la verja metálica encontramos a la derecha un largo (y algo desordenado) aparcamiento sobre gravilla. Al fondo del mismo una casa típicamente aragonesa con un espectacular huerto.

Subimos con el coche por una rampa casi hasta la puerta del establecimiento. Allí, en una rotonda ajardinada encontramos además del edificio del hotel, un precioso jardín con piscina, hamacas, tumbonas, camas balinesas... La persona de recepción ha bajado hasta el coche con un paraguas (de una cadena hotelera andaluza) para recogernos y hacerse cargo de nuestro equipaje y del vehículo (que aparcan en el parking de la entrada). Cruzamos un gran porche, hoy deslucido por el tiempo, y accedemos al establecimiento por una enorme puerta de madera antigua abierta. A cada lado hay sendas mesas llenas de folletos, un libro de firmas, revistas... todo algo desordenado. Tanto que la decoración preparada con antiguos esquís, elementos de montaña, adornos florales, algunos espejos... apenas se ven.

Un paso más y tras una puerta de cristal corredera accedemos a la recepción. Esta es estrecha y larga. A la izquierda se abre la sala de estar/bar, con una enorme cristalera con terraza, bajo la que hay un impresionante macizo de flores y vistas al valle. A la derecha hay un curioso banco tapizado como con piel de animal y una mesa anclada. A continuación una especie de muralla de madera tras la que se refugian dos recepcionistas. No hay mostrador, sino una especie de valla de madera con un espacio de tamaño folio sobre el que se pueden dejar los documentos... Detrás de la "valla" un enorme escritorio lleno de cosas (papeles, cuadrantes, cajas, vasos, ordenadores...) y algo desordenado.

El recepcionista que nos ha recogido en el coche nos pide los DNIs que transcribe al sistema informático. Mientras imprime los documentos a firmar nos entrega y explica una octavilla con los datos de la reserva, los horarios de los servicios del hotel, la extraña clave del wifi que es gratuito y veloz en todo el edificio... Después de firmar en la pequeña repisa que hay sobre la valla que nos separa de él, nos entrega la llave de la habitación que es una tarjeta con el logo del hotel y un post it con el número de la misma.

Un par de pasos más adelante, están los ascensores. Justo enfrente una librería abierta con vistas al salón de estar, la puerta del comedor, cerrada en ese momento, en madera, cristal y con unos coquetos visillos, y un rincón que hace las veces de tienda donde se amontonan, desordenados, jerseys, colgadores, portapajas, muñecos, cuadros... Dos ascensores. Nuevos y modernos. En gris, con la pared del fondo en espejo, botones metálicos y un cuadro con publicidad del spa (de pago) que hay en el establecimiento.

Las puertas del ascensor se abren a una planta rectangular, con el centro abierto con vistas a la mesa de recepción desde arriba. Quizá el techo abuhardillado retumbe demasiado el sonido de lo que pasa abajo. Alrededor de ese balcón se abren las habitaciones. Cada una con nombre de mujer. Suelo de madera clara, paredes igual, sólo rotas por las puertas de madera y los cuadros que con ganchillo indican los números de las habitaciones y sus nombres. Además entre algunas habitaciones hay unos grandes cuadros con fotos de niños.

Acercamos la llave a la moderna cerradura metálica de la puerta, y se abre. Tras ella, el olor a madera lo llena todo. Un primer pasillo de techo bajo y pared pintada con un papel con dibujos de animales de caza en blanco y negro que da la sensación de ser tela. La parte baja de la pared está simplemente pintada en blanco. Varios interruptores de luz de la marca B-ticino y una ranura para meter la tarjeta que activa la luz. En ese pasillo también encontramos la puerta del baño, corredera de madera con cuadrados de cristal y un coqueto visillo que tapa aquellos trozos del cristal que dejaran a la vista el interior del baño.

Un paso más adelante está el dormitorio. El techo allá arriba, a cinco metros de altura. La pared sigue con el papel blanco y negro de motivos animales y al fondo una enorme cristalera. El recepcionista que nos ha acompañado hasta la habitación nos enseña el curioso sistema de polea que hay establecido con dos grandes bloques de madera para correr las cortinas que protegen la ventana, que se abre a un pequeño balcón con coqueta barandilla de madera decorada con flores de lis y con vistas al jardín del hotel aquí abajo, a un feo monte ahí delante y a una pequeña torre medieval allí arriba.

Nada más entrar en el dormitorio, a la izquierda hay un sencillo display para manejar el aire acondicionado que aunque no es ruidoso, tampoco es silencioso. Una rueda para la temperatura y varios botones para regular la intensidad. Allí mismo nace una escalera de madera, algo estrecha y empinada que sube a una especie de segundo piso abalconado y abuhardillado. En ese espacio encontramos colgando de la pared una televisión plana, un aparador antiguo con varias revistas de decoración en su interior y una mesa de centro también antigua. Bajo un aplique de luz de pequeños cristales anclado a la pared y junto a unos cuantos enchufes encontramos dos confortables butacas protegidas con unas fundas de pelo blanco. Ambas situadas sobre una gruesa alfombra de color gris. La madera de la pared y del suelo, limpia y agradable.

Volviendo al dormitorio encontramos, antes de la ventana, y junto a una fina columna revestida en madera con un colgador en forma de diminuta cabeza de animal, un armario de madera sin barnizar, como casi toda la que hay en la habitación, que hace las veces de maletero y de escritorio. Sobre este hay varias carpetas con información sobre el hotel y la zona, y una bandeja de plástico con motivos florales con dos vasos y una botella e agua de cortesía que se agradece. Quizá falte el minibar, aunque con los precios que hay por ahí... Bajo la escalera que desciende del saloncito hay otro maletero de madera negra y cintas de tela, en una zona con varias humedades en la pared. Además un armario con varias baldas abiertas y otro, cerrado, con puertas con tiradores de metacrilato que ofrece un colgador con perchas normales, una pequeña caja fuerte, la bolsa de la lavandería y un par de juegos de zapatillas de baño.

La cama es doble, con dos colchones unidos por una misma lencería: Sábanas blancas, colcha en tono blanco y un plaid a los pies en tono grisáceo. El colchón resulta confortable y la variedad de almohadas y cuadrantes permiten el elegir el más adecuado para nuestro cuello. No tiene cabecero y aparece directamente empotrada en la pared, aunque en esta hay una línea de luz led muy agradable que crea una cálida sensación. A cada lado de la cama hay sendas mesillas de madera, sobre una un gran teléfono, y sobre la ambas, anclados a la pared, dos brazos de luz direccionables para la lectura desde la cama. Además un montón de interruptores para encender o apagar todas las luces. El efecto de estas es más que agradable y variado.

El descanso es correcto, porque el hotel es tranquilo y el entorno más. Aún así, la gran cortina que trata de cubrir la descomunal ventana no consigue evitar que por los laterales se cuele la luz de la mañana. Por otro lado, hasta la media noche avanzada se escucha demasiado el sonido de lo que pasa en la planta inferior (restaurante, recepción...). Durante la noche el silencio es extraordinario.

Quizá echemos en falta un espejo de cuerpo entero, porque tampoco en el baño lo vamos a encontrar. Este es cuadrado, de tamaño normal revestido por completo en baldosas porcelánicas hasta media altura, y luego tras un friso de madera, un papel pintado muy elegante en tono crudo con listas negras. A la izquierda encontramos el inodoro y a su lado una papelera en sitio algo incómodo y que puede molestar a personas con piernas grandes. A la derecha, el lavabo exento y generoso sostenido sobre una mesa de madera a juego con el resto de la habitación. Sobre ella en una bandejita blanca un bote grande negro y rellenable de jabón de manos y cuatro botecitos de champú, acondicionador, gel y crema hidratante de marca no personalizada para el hotel. Además dos vasos de cristal. En la parte de abajo de la mesa se ofrece un secador de pelo de mínima potencia y dos toallas de manos y dos de ducha de buena calidad y tamaño. Encima del lavabo, cuelga de la pared aunque descentrado de la encimera, un pequeño espejo ovalado con el marco en metal con motivos vegetales. Insuficiente tanto su tamaño como la luz que ubicada sobre el techo justo encima crea espacios de sombra. Junto a la puerta, lejos del lavabo hay otro espejo direccionable de aumento. Dos colgadores negros para las toallas completan la decoración, además de un chirriante cartel pegado en la pared avisando de la necesidad de ahorrar agua o algo parecido..

En la pared de enfrente hay un enorme calienta toallas que hará las veces de radiador en invierno. En él, para completar el set de lencería de baño, una alfombrilla para la ducha. Esta está protegida en una generosa cabina con una mampara de cristal. En su interior hay un colgador de cinco ganchos de estilo rústico (igual que los colgadores del lavabo, el portarrollos... todos decorados con flores de lis). La ducha presenta un doble acabado: en teléfono direccionable y una enorme regadera sobre el techo. La regadera del techo no funciona, porque apenas arroja agua. En el teléfono aunque falta un pelín de caudal, tanto la temperatura como la presión son adecuadas, igual que en el vistoso grifo monomando del lavabo.

Por la mañana, en el restaurante ubicado junto a la enorme cristalera y terraza se sirve un desayuno con un cortito buffet. El zumo de naranja hay que pedirlo y se sirve en unas copas poco agraciadas. Quizá puedan destacar los embutidos (longanizas, chorizos, fuets...) de la zona, jamón y queso (aunque estos sean más bien corrientes), algunos yogures, pan y bollería industrial (a destacar los crujientes croissants), cereales y unas máquinas de café, que emiten mucho ruido, pero a cambio ofrecen una bebida más que apañada. Todo ello bastante desorganizado y en muchos momentos desabastecido. Las mesas, con mantel de papel y servilletas de papel y un camarero que hace lo que puede.

Frente a la muralla de la recepción en la salida el personal nos pregunta por nuestra estancia, por si hemos estado a gusto y aunque promete enviarnos la factura por email, esta no llegó. Sale de su puesto para despedirnos en la puerta con un apretón de manos mientras nos entrega dos botellas de agua fresca para el camino. No está mal.

Calidad/precio: 8
Servicio: 7
Ambiente: 8
Habitación: 8.5
Baño: 7
Estado de conservación: 9
Desayuno: 7.5
Valoración General: 8
Fecha de la estancia: agosto de 2019
3,0 de 5 burbujasCalidad/precio
4,0 de 5 burbujasUbicación
4,0 de 5 burbujasServicio
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70 - 75 de 307 opiniones
Opinión escrita el 7 de septiembre de 2019 mediante dispositivo móvil

Todo el hotel es impecable y se nota el esfuerzo de cuidar hasta el mas minimo detalle. El trato cercano y muy cordial. El restaurante con vistas a todo el valle resulta espectacular y la comida muy bien elaborada. El mejor hotel que he estado nunca. Enhorabuena por vuestro trabajo!!!!

Fecha de la estancia: septiembre de 2019
Tipo de viaje: Viajé con pareja
Gracias, mariosD4811XM
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AdrianaR4722, Propietario en Hotel Viñas de Lárrede, respondió a esta opiniónRespondido el 8 de septiembre de 2019

Muchisimas gracias, por su amable comentario
Equipo Viñas

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Opinión escrita el 29 de agosto de 2019

Una vez que llegas a este lugar, te quedarías en él toda la vida!. Situado en un lugar privilegiado, con impresionantes vistas, todo en él destila paz, armonía y tranquilidad. Cuidado al detalle, con un gusto exquisito en la decoración de cada una de las estancias. Habitaciones relativamente amplias y muy limpias al igual que los baños, desayunos variados y excelentes.
Dispone de un porche y de una terraza/mirador que hace la delicia de todos nosotros. En ella puedes disfrutar de veladas inolvidables.
Nuestro agradecimiento al personal de recepción, cafetería, restauración y limpieza por su amabilidad y disponibilidad en todo momento. Hemos disfrutado de 4 días maravillosos que recordaremos siempre.
Mil gracias a sus propietarios por compartir con nosotros su pequeño paraíso y por hacernos sentir como en casa.
Confiamos en volver pronto para seguir disfrutándolo.

Saludos cordiales,

Mari Carmen.

Fecha de la estancia: agosto de 2019
    • Ubicación
    • Habitaciones
    • Servicio
Gracias, Mari Carmen M M
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AdrianaR4722, Propietario en Hotel Viñas de Lárrede, respondió a esta opiniónRespondido el 8 de septiembre de 2019

Muchas gracias a ustedes por sus amables palabras.
Trabajamos todos los días por conseguir experiencias de este tipo.
Muchas gracias de nuevo
Equipo Viñas.

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Opinión escrita el 17 de agosto de 2019 mediante dispositivo móvil

Estuve el pasado mes de junio con mi mujer en el hotel, escapada de fin de semana. Un hotel muy bonito, cerca de Sallent de Gallego, decoracion muy cuidada y calida, las habitaciones espaciosas. El hotel esta en un entorno privilegiado. El restaurante del hotel es de calidad, cenamos dos noches en el mismo y no defraudo, la zona de la piscina tambien la utlizamos y la verdad que vale la pena, el agua estaba helada pero era principios de junio. Lo mejor del hotel el personal, muy atento en todo momento y muy agradable. Hotel recomendable sin duda.

Fecha de la estancia: junio de 2019
Tipo de viaje: Viajé con pareja
Gracias, AutonautaBarcelona
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AdrianaR4722, Propietario en Hotel Viñas de Lárrede, respondió a esta opiniónRespondido el 8 de septiembre de 2019

Muchas gracias por su visita y su comentario! nos alegra saber que disfrutaron de su estancia. Esperamos poder recibirles de nuevo en otra ocasión.
Saludos cordiales

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Opinión escrita el 11 de agosto de 2019 mediante dispositivo móvil

No nos alojamos en el hotel, únicamente fuimos a comer con unos amigos que nos lo habían recomendado. Reservamos pronto ya que teníamos que volver a Zaragoza pronto para coger el AVE, y nos dieron una mesa en la terraza. Aún estando solos, el servicio fue algo lento en sentarnos, ofrecernos las bebidas y tomarnos nota. La carta es completa, compartimos unos entrantes (ensalada de tomate rosa y ventresca, foie y langostinos en tempura) todos correctos y con un toque distinto (las salsas eran todas de elaboración más moderna). De segundo yo tomé el cordero (correcto, pero nada destacable), y en la mesa se alabó mucho el confit. Los postres fantásticos, probamos 6 de los 8 que figuran en la carta y nos gustaron todos. Volveremos para probar el hotel, dado que las instalaciones son preciosas.

Fecha de la estancia: agosto de 2019
Tipo de viaje: Viajé con mi familia
Gracias, IDV27
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AdrianaR4722, Propietario en Hotel Viñas de Lárrede, respondió a esta opiniónRespondido el 12 de agosto de 2019

Encantados con su experiencia y en que desee volver al hotel. Esperamos de nuevo su visita. Gracias por su valoracion.

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Opinión escrita el 2 de agosto de 2019

Estuvimos alojados en el hotel a finales de julio y nuestra hija de 10 años, celiaca de nacimiento, desayuno cereales de un bote que indicaba que eran cereales sin gluten, cuando en realidad eran con gluten.
Cuando nuestra hija empezó con náuseas y mareos, desde el hotel afirmaron que los cereales eran sin gluten. No fue hasta que solicitamos ver el bote de donde procedían, cuando nos dimos cuenta que en realidad eran con gluten.
El resultado fue 4 horas de vómitos y descomposición, y un malestar insufrible para una niña de esta edad. A parte del daño físico y las graves consecuencias para su sistema digestivo (el gluten es veneno para un celíaco), está la afectación psicológica de la niña por este tipo de episodios, ya que coge miedo a la comida y le causa una gran ansiedad, que puede afectar su futuro.
No hace falta mencionar también lo duro que es para unos padres ver sufrir de esta manera a su hija y durante tantas horas.
Habíamos avisado al hacer la reserva, y también cuando fuimos al restaurante pero de nada sirvió.
Es intolerable que suceda algo así, y menos en un hotel de esta categoría, pero cuando se contrata personal inexperto y no se preparan bien los equipos de trabajo, suceden estos accidentes.
Sorprende también que después del grave incidente, nadie nos haya llamado o al menos enviado un correo para ver cómo se encontraba la niña, pésima gestión de todo ello por parte de la gerencia.
Obviamente no podemos recomendar el establecimiento y no volveremos jamás.

Fecha de la estancia: julio de 2019
4  Gracias, Lucavadoer
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AdrianaR4722, Propietario en Hotel Viñas de Lárrede, respondió a esta opiniónRespondido el 8 de agosto de 2019

Buenas días.
Como ya les transmitimos en su estancia, sentimos enormemente lo sucedido, fue un error humano que por equivocación en el desayuno se pusieron los cereales donde no debieran, a pesar de que se sigue un protocolo le pedimos disculpas nuevamente por nuestro error.
Un cordial saludo
Equipo Viñas.

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