Me encantó la estancia en este hotel, pequeñito y muy acogedor. Me sentí como en casa, sobretodo por la gran amabilidad del personal, especialmente de la Dueña y su Marido. Nos trataron como de la Familia. Comimos en él, y madre mía qué cosas más ricas una calidad de primera, por no hablar de la cantidad uffff impresionante. Tienes menú diario a 10€ y especial fin de semana a 25€ nosotros comimos a la carta y no fue muy caro.
Aunque parece retirado del pueblo por estar entre dos carreteras (la antigua de Zaragoza y la nueva A-2) no es así, en un pequeño paseíto estás en el centro de verdad. Y por la noche no se oye un coche, muy tranquilo para descansar. A nosotros nos dio mucha pena irnos.