La primera vez fuimos para probar la carta y ver el sitio, pues lo habíamos descubierto por las redes sociales casi de casualidad.
El sitio no defraudó en absoluto. Es un hostal de la época de Carlos III, si no me equivoco, restaurado y convertido en hotel y restaurante.
El comedor es acogedor, y su decoración muy cuidada, llena de aperos de labranza y otros utensilios colocados con mucho gusto. Una chimenea preside la estancia por lo que lo hace todo aún más agradable.
La carta está muy bien al igual que el menú, son platos muy bien elaborados y riquísimos.
Yo destacaría sobre todo el solomillo con foie y el postre de volcán de chocolate, sencillamente brutales.
En cuanto al servicio es impecable, atentos y agradables.
El precio está muy bien para lo que se come, incluso si se acompaña con vino.
Repetiremos la experiencia seguro.
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- Wifi gratuito