Una de las características de Londres es que sus hoteles, en comparación con los españoles, no tienen nada que ver, sobre todo en la relación calidad-precio, pero he aquí la excepción que confirma la regla. El hotel se encuentra en la estación High Street Kensington (zona 1) que tiene dos líneas de metro con las cuales te puedes mover hacia cualquier lados de la ciudad. La red de guaguas funciona muy bien también y la aconsejo porque es la mejor forma de contemplar toda la ciudad.
Con respecto al hotel en sí, mi pareja y yo estuvimos alojados durante una semana y desde el principio todo fue espectacular. Nada más llegar a la puerta del hotel viene un botones (español, dicho sea de paso) que se encarga de recogerte el equipaje y darte la bienvenida al hotel. En el momento en que llegamos, nos llamó mucho la atención el hall del hotel. Era enorme y muy bien decorado. La recepción estaba llena de clientes haciendo el check-in pero no tardaron más de 10 minutos en atendernos. Cuando fue nuestro turno ¡sorpresa, el recepcionista también era español! Nos asignó una habitación en la quinta planta y nos explicó el funcionamiento del hotel y el desayuno. Nos dio algunos consejos sobre qué hacer y ver en la zona y se mostró muy dispuesto a resolvernos cualquier problema que surgiera. Una vez llegamos a la habitación, si bien no es una habitación muy amplia, tenía todo lo necesario para una buena estancia: una cama cómoda, un baño más que decente, un escritorio y una televisión con USB (¡podíamos ver películas y series que habíamos llevado!). También había un juego de café y té que reponían todas las mañanas. La limpieza era bastante escrupulosa y nunca vimos en ninguna parte del hotel cualquier atisbo de suciedad. El tercer día tuvimos un problema con las llaves de la habitación, que se desactivaron por llevarlas cerca del teléfono móvil y en cuestión de segundos nos las sustituyeron en la recepción. Eficacia absoluta. Por otra parte, el desayuno era servido de siete a once de la mañana y tenía de todo: zumos, café, leche, tostadas, embutidos, bollería y lo necesario para hacer el desayuno inglés. Los camareros, muy amables, te sitúan en una mesa el primer día y esa es la que te suelen asignar durante el resto de la estancia. Por cierto, ¿adivinan la nacionalidad de algunos camaremos? ¡Españoles también!
En conclusión, repetiría sin dudarlo en este hotel, donde te hacen sentir como en casa y del que me llevo muy buenos recuerdos.