En un lugar como Sitges en pleno agosto, donde las terrazas de la zona están llenas de gente, los camareros van estresados y corriendo, y disponen de poco tiempo para atenderte, encontrarse el Karmela ha sido una grata sorpresa. Una terraza chiquitita, con pocas mesas, sin estrés, en la que Karmela, la propietaria te recibe con toda su amabilidad y su sonrisa, y te hace sentir como en casa.
Soy celiaca, por lo que, entrar en el local y ver la cocina, limpia, ordenada y bien organizada, me dio la tranquilidad necesaria para disfrutar de lo que la carta ofrecía sin gluten, y sin miedo de contaminaciones cruzadas. Y esto en un rango de precios ligeramente inferior al del resto de cartas de la zona (la celiaquía me obliga a leer unas cuantas antes de seleccionar dónde sentarme a comer). Que la camarera atienda con paciencia, y una sonrisa, todas mis preguntas sobre ingredientes de los platos y la manera de cocinarlos, antes de elegir mi comida, tampoco es algo habitual en estos lugares de playa.
Muy recomendable.