Después de una primera visita hace un par de años que resultó satisfactoria sin más, decidimos darle una segunda oportunidad a Gonzalo Rei y su restaurante. La entrada al local es agradable, de decoración moderna, el resto del local muy justo (solo hay que mirar al techo del comedor para darse cuenta de que hace falta una revisión, hay hasta huecos de focos que se sacaron en su momento), con especial mención a los baños, indignos de un restaurante al que se le presupone calidad, y sólo a la altura de un mesón de pueblo de los años 50. El menú degustación bien sin más, platos repetidos con respecto a la anterior visita, y carencia de las emociones que se presuponen a un restaurante gastronómico. La atención correcta pero sin alardes. Hay ofertas mucho mejores en lo que a calidad/precio se refiere en Santiago.
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