Hospedarme en la Posada del Dragón fue una experiencia única de descanso y disfrute. Algo así como un paseo por la historia que me trasladó a las corralas del siglo XIX. El hotel es una suma de detalles increíbles como los grabados que rodean el patio interior narrando la historia del edificio, y la maravillosa bañera de mármol ubicada en el baño de la planta inferior. Las habitaciones son amplias, silenciosas y con un aire vanguardista e histórico a la vez.
Es un gustazo contar con un alojamiento tan especial y diferente en pleno centro de Madrid, sobretodo para los que, como yo, están cansados de hoteles sin duende.
Parada obligatoria para cualquier visitante.Más
- Wifi gratuito
- Restaurante