El conjunto del Balneario lo forma un edificio, que reúne los servicios comunes y otros tres (denominados "hoteles 1, 2 y 3") donde se ubican las habitaciones. Se comunican a través de unos pasadizos acristalados donde están habilitados unas zonas de estar muy acogedoras y luminosas.
El edificio común se articula alrededor de la zona balnearia sita en la planta baja. El epicentro es la gran piscina-spa de agua salinas del manantial que es origen del balneario. En su perímetro están las salas de masajes, piscina de agua dulce terapeútica, salas de flotación, saunas, gimnasio y vestuarios. Resulta impresionante la sensación de flotación en especial en la pequeña sala denominada "flotarium". Es un recinto forrado de gresite negro con unos cincuenta cm de agua tal y como sale en el manantial, con una concentración de sales y, por tanto, con una flotación, similares al Mar Muerto.
La recepción termal, atendida por la encantadora Laura, ofrece todo lo que podamos necesitar. Los servicios son amplios con una gran carta de masajes a unos precios más que módicos. Nosotros cogimos un masaje de espalda y fue una sensación inigualable.
Es muy recomendable usar gafas de baño en todas las pisicinas saladas. Si no la sensación de salpicaduras de sal pueden perturbar la tranquilidad del lugar, con gafas resulta mucho más relajante. Si no las llevamos, igual que gorro, bañador, etc. los venden a precio muy asequible en recepción.
El comedor es muy coqueto con mesas pequeñas pero muy bien puestas con la posibilidad de agruparlas si somos muchos. El personal de comedor es muy amable y atento, siempre dispuesto a atender todas nuestras necesidades.
La comida es sencilla pero con muy buenos productos y cocinados con gusto y una excelente presentación. La cocina siempre está atenta a reponer las fuentes. Las bebidas son sencillas pero suficientes si no tenemos excesivas exigencias. Los precios de comida y cena son más que asequibles (15€ de lunes a viernes, 18€ los fines de semana). Supone una acertada opción si no queremos desplazarnos a algún pueblo cercano donde hay buenos restaurantes de comida de la tierra.
La cafetería está planteada con una pequeña barra para atender las numerosas mesas que tiene tanto en el interior como en la terraza.
Destacan los pintxos y bocadillos que ofrecen. Los precios son muy moderados y la atención es de primera.
Es curioso el timbre que hay sobre la barra porque cuando tienen poco trabajo, los camareros atienden la cocina en el interior. No dudéis de llamarles por este medio.
Hay varios pequeños salones, uno para reuniones, otro de juegos con una mesa de ping-pong y otro para lectura.
Las habitaciones no son excesivamente grandes, pero cumplen su cometido con dignidad. El baño es generoso y destaca la bandeja con "amenities" que ofrece al huésped. Tiene gel, champú, pañuelos, cepillo y pasta de dientes, jabón y esponja. Además de dos vasos desechables. Una oferta mayor que la que ofrecen otros hoteles de más estrellas.
El entorno ofrece muchas posibilidades al visitante. Si tenemos ánimo y fuerzas para hacer una excursión montañera, nos explicarán cómo subir hasta Mendaur desde el cercano Ituren, pueblo donde salen los Zanpanzar (personajes vestidos con cucurucho, cencerros y pieles de oveja) que anuncian el carnaval vasco). Tanto el citado Ituren, como el pequeño Elgorriaga y Santesteban (donde el río Baztán pasa a llamarse Bidasoa), merecen nuestra visita. Son pueblos de casas con tejados a dos o cuatro aguas, donde destaca la piedra rosa típica de toda la zona. Sus balcones están cuidados con mucho mimo ofreciendo una imagen florida. Hay muchos establecimientos que nos ofrecerán a precio módico comida propia del lugar.
Desde Elgorriaga hasta Ituren hay una senda peatonal que bordea el río y que pasa por el Balneario. Podemos tomarla hacia el primero como hacia el segundo pueblos. Son cinco km de relajante paseo.
El balneario organiza excursiones tanto al País vasco como a localidades fronterizas al norte del Bidasoa.
Del resto de los huéspedes se puede decir que según los días de la semana y las fechas del año hay personas de todo tipo. Los inevitables huéspedes mandados por el Imserso y MUCHA gente joven. En los días posteriores a San Fermín, había varias cuadrillas que iban a relajarse tras la fiesta. No es raro porque la sensación de relax es absoluta.
Por hacer una crítica constructiva, sugeriría a los responsables que podrían separar un poco la carretera mediante setos de la zona donde se ubica la terraza. Molesta bastante el ruido del tráfico como, de noche, las luces de los coches.
En la zona de aparcamiento podrían poner algún elemento (tejavana o árboles) que dieran un poco de sombra. Queda muy desangelado a pleno solazo.
En resumen una experiencia muy agradable con muchas posibilidades en su entorno.