Lo primero que sorprende al llegar al Hotel Casati es la entrada, que más parece de una casa particular que de un hotel, pero enseguida se percibe que forma parte del estilo que se le ha querido dar, entre hotel y sala de arte.
El Casati es un hotel completamente renovado con un estilo muy particular. Cada habitación tiene su propia personalidad. Los baños son amplios y luminosos (sólo plato de ducha, pero muy espacioso y cómodo), aunque el suministro de productos de aseo y el tamaño de las toallas es para mi gusto un poco escaso.
Las camas son muy grandes pero solo tienen un edredón, en lugar de sábana arriba, al estilo nórdico, quizá un poco justo de tamaño para el que esté acostumbrado a las clásicas sábanas.
En cuanto a los espacios comunes, cuenta con bar y cafetería, así como un espacio con ordenador e impresora para uso de los clientes (además de WiFi gratuito y que funciona muy bien). También tiene una sala de exposiciones-galería de arte con exposiciones muy interesantes.
El desayuno es de tipo buffet y no está mal, aunque tampoco es para tirar cohetes (no hay gran variedad).
Por lo demás, el hotel está muy bien situado en el centro de Budapest, muy cerca de la Ópera y de la avenida Andrássy y con una estación de Metro muy próxima (Opera), y el personal es agradable y servicial.