Llegué a La Casa de Todo porque aparecía recomendado en mi guía de viaje. El lugar, cercano al parque central, es bonito, con plantas que decoran el espacio interior. No sólo es restaurante, sino también lavandería, tienda de artesanías y otras cosas.
Los precios del menú me parecieron algo elevados, pero tras haber pasado el día recorriendo las ruinas de Copán, estaba dispuesto a comer lo que fuera necesario para reponerme. La comida, aunque bien cuidada en la presentación del plato, no me pareció extraordinaria en sabor.
Lo que definitivamente no me gustó para nada fue el trato de los meseros. Todo el tiempo parecía que estaban apresurados para que yo acabase y desocupase la mesa, a pesar de ser el único cliente a esa hora. Entendería ese comportamiento si fuera tarde por la noche y estuvieran a punto de cerrar el establecimiento, pero mi situación fue a las 18h, temprano aún. Tras ordenar mi primer plato, pedí que me dejaran el menú en la mesa y así poder escoger otra cosa porque tenía mucha hambre. Cinco veces un mesero se acercó a querer recoger el menú, no a preguntarme si iba a ordenar algo más. Cuando pedí mi segundo plato, mientras estaba comiendo aún, otras cinco veces meseros diferentes se acercaron a preguntarme si podían retirar el plato que estaba comiendo, a pesar de que obviamente se veía que no había acabado y apenas iba por la mitad. Lo mismo con las botellas de cervezas; querían retirarlas sin haber acabado de beberlas. No entendí para nada la insistencia de ellos para querer retirar todo y que acabara mi cena. Fue tanta mi molestia que se los dije de frente; a partir de ese momento cambiaron su trato. No es nada agradable estar comiendo y que continuamente te estén insistiendo para acabar.