El Ariyasomvilla se trata de un pequeño hotel situado en el final de una calle de BKK.
Dicho así suena hasta mal, pero no hay que confundirse. Es pequeño en relación a los mastodónticos hoteles americanos que, en megalópolis como estas, parecen ser los guardianes de la seguridad de Occidente. Olvidemos la norma: Este hotel es delicioso.
En primer lugar, el emplazamiento, casi, casi, ni se valora. La ciudad cuenta con un sistema de taxi baratísimo el cual, con independencia de la ubicación que elijamos, debe ser utilizado. Por tanto este aspecto no es crucial. Sin embargo, olvidar decir que a la llegada del viajero el hotel aparece dismulado por una espesa cobertura de vegetación, y que disfruta de los parabienes de diversos servicios bien integrados en el conjunto, no sería hacerle mérito.
Si que lo es hablar sobre el magnífico recibimiento que nos dispensaron, y la excelente habitación. Una doble de más de 20 m2, con un baño de, al menos, otros 10. Debe decirse que el aire acondicionado funciona perfectamente, algo obligatorio en esta ciudad, y que la equipación es sobresaliente. En la habitación se incluye hasta una loción antimosquitos.
El personal es extremadamente amable, y resolutorio en las peticiones. No cabe dar ni un pero en relación a mi experiencia de tres días, y no será porque no diésemos la lata con nuestras peticiones.
Y el desayuno, por fin, es el máximo exponente del mimo que ofrece el hotel. Mermelada preparada por una abuelita de Chiang Mai, frutos exóticos finamente presentados en platos de porcelana, y alguna que otra sorpresa más. Prefiero no seguir para que no me asalte la llorera...
Por último, y si tienen ocasión, que la tendrán, disfruten de la cálida conversación de su propietario. Ese inglés a lo Jim Thompson que sin duda creará escuela con este hotel.
¿Se ofrece más en un rascacielos de diseño?