El hotel se encuentra a 400 metros de altitud, acceso por un puerto de montaña con muchas curvas, pero cuando llegas y ves donde está enclavado, es como un imán no puedes dejar de admirar las vistas, parece un paisaje suizo, un verdor increíble.
Nos alojamos 3 noches en la Suite Barayo, es una maravilla, cama grande y cómoda, baño amplio, tiene 2 camas pequeñas para 2 niños y ese ventanal por el que sales a una terraza de hierba con vistas al mar y a todo el valle y Luarca al fondo. Mi hija de 5 años le encantó el columpio que tiene unas vistas impresionantes y el juego de palas.
Tienen huerta y con sus lechugas y tomates hacen ricas ensaladas. Los desayunos deliciosos, zumo de naranja natural y mucha variedad de dulce y salado. Las cenas nos encantaron, sobre todo mi hija tomó todos los días el caldo de gallina y verduras, se tomaba 3 o 4 platos, muy bueno todo y el agüita del Vallín, te dan una jarra con agua de allí, nada de embotellada, es muy saludable.
Lo mejor ...la tranquilidad, escuchando y viendo las vacas pastar.....
Gracias Tomás y a todo tu equipo por tratarnos tan bien. Volveremos.