Recalamos en el restaurante después de una reunión de trabajo en el polígono industrial de San Marcos en Getafe. Llegamos a El Puerto por pura casualidad. Entramos en el amplio salón (casi todas las mesas estaban ocupadas) y al comentar al encargado nuestro deseo de comer, nos informó que acababan de inaugurar un salón anexo, enfocado exclusivamente a platos de carta. Optamos por esa opción y fue en ese momento cuando comenzaron las sorpresas. Nos sorprendió (no podemos olvidar que nos encontrábamos en un polígono industrial) la decoración, elegante, cuidada y llena de detalles. Mesas bien montadas con mantelería, cubertería y vajilla de diseño. Un espacio muy agradable donde destacaban unas fotografías murales del puerto de Santoña, Cantábria (nos comentaron que los propietarios descienden de allí) Una impresionante cava de vinos y un salón acristalado con una mesa para 10 comensales donde celebrar reuniones (pudimos comprobar su perfecta insonorización) de carácter privado. La segunda sorpresa fue la carta. No excesivamente extensa pero con platos bien seleccionados. Nos dejamos aconsejar por el maitre (profesional y atento en todo momento) y compartimos una suculentas anchoas (de Santoña, como no) y unas almejas a la marinera que estaban esplendidas.De segundo pedimos un arroz con bogavante que resultó ser la tercera gran sorpresa, pues nos pareció difícilmente superable. Todo esto regado con un excelente vino (Rafael Carasa) procedente de unos terrenos que los propietarios del restaurante tienen en Navarrete, La Rioja.
Es de agradecer, a la dirección de El Puerto, el esfuerzo que ha realizado para convertir una comida de negocios en un entorno industrial, en algo....sorprendente.
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