Es verdad que no es un hotel de lujo, pero su arquitectura, su historia, así como su localización lo hacen único. Aunque al llegar de noche la habitación me pareció pequeña y triste, fue una auténtica sorpresa despertarme con el ruido del mar, las fantásticas vistas de Waikiki beach y sentirme formar parte de un edificio histórico. Disfruté mucho de la playa, sobretodo a primera hora de la mañana, de los desayunos en el restaurante con vista al mar, de su decoración, del trasiego de personas en el hall, de sus puertas abiertas, de la amabilidad del personal,...