Real de Catorce, un escondido pueblo minero que alguna vez fue visitado por el dictador Porfirio Díaz y que casi se convierte en pueblo fantasma al agotarse las vetas de plata, es un lugar mágico que todavía tiene gemas escondidas, como resultó para nosotros el incipiente hotel Refugio Romano.
Una mexicana y su esposo italiano decidieron mudarse de Europa para establecerse en Real de Catorce, posiblemente el más pequeño de la afamada lista de Pueblos Mágicos de México. Han empezado con tres cuartos para hospedar visitantes y nos sentimos como si hubiésemos llegado a la casa de unos buenos amigos. Yo descubrí el sitio "naufragando" por Internet: www.refugioromano.com
El cuarto donde nos quedamos es amplio, limpio y bien iluminado. Paredes de piedra , techo de vigas y tres ventanas con una vista sin obstrucciones a la propiedad y las colinas circundantes. Tres camas cómodas (una matrimonial y dos individuales) y ropa de cama nueva. Baño limpio con regadera tipo teléfono y agua caliente (en la llave derecha). El cuarto cuenta con un calefactor de gas, para las noches frías. Mi hija adolescente y yo nos quedamos una noche de fines de octubre y ya empezaba a sentirse algo de frío, pero no fue necesario recurrir al calentador.
Además del hotel, el dueño, Lucio, cocina una comida italiana excelente. Comimos pasta alla puttanesca y pizza de jamón con hongos, todo preparado en horno frente a nuestros ojos, con agua de Jamaica para mi hija y yo una copa grande de vino tinto español, todo por sólo 200 pesos (unos 16 dólares). Tuvimos una plática fantástica con ellos durante la comida. Tienen un proyecto muy bueno de sustentabilidad propia, desde la captación de agua de lluvia y el aprovechamiento de las aguas grises para riego, hasta la crianza de pollos, algunas plantas comestibles y producción casera de carnes frías.
Antes de descubrir Refugio Romano sopesé la posibilidad de que nos hospedáramos en otros dos hoteles del poblado: el Mesón del Refugio y el Ruinas del Real (célebre porque ahí se alojó Julia Roberts durante el rodaje de La Mexicana) y creo que mi decisión final fue la mejor. Por 600 pesos (unos 50 dólares) la noche en temporada baja y la excelente comida, la relación calidad/precio fácilmente superó lo que habríamos obtenido en un hotel del pueblo por el mismo o más precio.
La única desventaja, que yo llamaría ventaja, es que el hotel está algo escondido, al fondo de la calle de Iturbide, pasando la telesecundaria, y luego hacia la izquierda, por un camino de unos 20 metros sin pavimentar. No hay letreros que digan que aquí hay un hotel, pero el número 38 no deja lugar a dudas. También se le puede preguntar a la gente, pues es un sitio tan chico que todos se conocen. Sólo hay que preguntar por la casa de Mayra y Lucio.
No vacilaría en regresar de nuevo aquí, para nuevas jornadas de zafari fotográfico, especialmente al amanecer y el atardecer, o en alguna época en que haya lluvia de estrellas, pues el cielo es claro y hay poca luz de ciudad que reduzca el contraste de la bóveda celeste.