Amigos de amigos nos aconsejan Miravet como alternativa a las vacaciones viajeras de todos los años. Con pocas expectativas, reservamos dos semanas en el Palau y, honestamente, ha sido una experiencia memorable.
Miravet es un buen punto para alojarse y disfrutar del turismo de playa (Costa Dorada), enológico (Falset, Gandesa, etc.), de montaña (Ports de Beseit) y cultural.
Desde el momento de la reserva es amor a primera vista, Aureli es el mejor de los anfitriones y antepone sus huéspedes y sus prioridades al negocio hotelero, cuidándoles y mimándoles en todo lo posible y más allá.
El Palau ofrece dos habitaciones de matrimonio con un comedor y salón comunes, un apartamento y una sala para eventos en la buhardilla; en todos los casos las estancias disponen de balcón con la apacible vista al río Ebro.
Todos los espacios están impolutos, cuidados y decorados (hasta los libros que rondan por las habitaciones) hasta la perfección maniacal y ofrecen todas las comodidades que los huéspedes puedan necesitar y, si algo faltara, Aureli pasa casi todos los días a preguntar si todo es de nuestro agrado.
Desayuno muy rico y variado: embutidos, queso y requesón, pan y "pastissets" (del obrador del pueblo), mermeladas hechas en casa, miel, fruta, varios tipos de leche, infusiones y café, aceite de oliva de la cooperativa...
En definitiva, hospedarse en el Palau es como estar en casa (quizás incluso mejor con todo lo que te consiente Aureli) en el enclave pintoresco, histórico y mágico de Miravet.
Sin ningún lugar a dudas, lo recomendamos encarecidamente, pero guardando siempre el secreto para no malograr este tesoro oculto y todavía virgen.